EL CONFIDENCIAL 06/07/15
JOSÉ ANTONIO ZARZALEJOS
· Tsipras calculó bien: apeló a los sentimientos y a los valores, hizo un discurso político, evocó la historia y tocó la fibra sensible de los griegos, un pueblo patriótico y con altísimo sentido del honor
La victoria de Tsipras y de Syriza es, además de política y moral, incontestable aunque el referéndum haya tenido objeciones garantistas no menores. Ocurre que la aplastante mayoría del ‘no’ sobre el ‘sí’ enjuga en buena medida la premura de la convocatoria y la endiablada complicación de la pregunta. La participación ha sido escasa, aunque suficiente, seguramente porque el ‘sí’ nunca estuvo ni motivado ni movilizado en una sociedad transversalmente herida por años de mala administración, corrupción y desregulación.
Pero Tsipras calculó bien: apeló a los sentimientos y a los valores, hizo un discurso político, evocó la historia y tocó la fibra sensible de los griegos, un pueblo patriótico y con altísimo sentido del honor y con fuerte autoestima. El resto lo hizo una apabullante campaña mediática por el ‘sí’ dentro y fuera de Grecia. Tan apabullante que actuó como un reclamo para la abstención del ‘sí’ y la activación de la negativa.
Europa se ha comportado desde que Syriza llegase al poder con enorme torpeza política. Y Tsipras con su victoria introduce a la UE en una crisis sin precedentes
Europa se ha comportado desde que Syriza llegase al poder con una enorme torpeza política. Y cuando alentaba la esperanza de que Tsipras había cometido la peor de las equivocaciones –ponerse en riesgo de perder un plebiscito– resultó que el líder griego, con su victoria incontestable, amplia y rotunda, introduce a la Unión Europea en una crisis sin precedentes. Puede que, como después de la batalla de las Termópilas, los griegos acaben fuera del recinto de los elegidos por la moneda única, pero el coste de la exclusión griega será enorme también para la Unión Europea.
Las responsabilidades por lo ocurrido se deben exigir también –y más después del resultado de ayer– a la Unión Europea y a la troika. Grecia rompió ayer las pautas de conformación de los acuerdos, los procedimientos de legitimación de sus medidas económico-financieras y se amotinó contra el orden financiero y económico-social que ha impuesto la ortodoxia germana para salir de la crisis. El presidente del Eurogrupo, el holandés Jeroen Dijsselbloem, debería dimitir y, de inmediato, procederse a su sustitución por Luis de Guindos. En Bruselas debe haber algún chivo expiatorio por este enorme desafuero político que ayer se consumó en Grecia.
Grecia ha aportado con el referéndum la dimensión social de la crisis que estalló entre 2007 y 2008. Mientras los burócratas bruselenses hablaban de porcentajes, recortes, PIB y reestructuraciones, los griegos han mostrado la faz de la crisis social, debida tanto a sus propios gobernantes –tantas veces tramposos y a menudo corruptos– como a los dirigentes europeos. Desde ayer por la noche, la perspectiva de la crisis en la Unión Europea ha cambiado y se ha hecho poliédrica, más rica en matices y más objetivada en el padecimiento de las sociedades equiparándose a los abstractos sistemas financieros y al ámbito del mero análisis socio-económico.
Alexis Tsipras ha sabido demostrar que la troika es vulnerable, que se la puede poner entre la espada y la pared, que sus dictámenes no son dogmas de fe
Lo más importante de lo conseguido en su particular paso de las Termópilas por Alexis Tsipras ha sido demostrar que la troika es vulnerable, que se la puede poner entre la espada y la pared, que cabe enfrentarla a la opinión pública, que sus dictámenes no son dogmas de fe y que la política no se reduce a ecuaciones aritméticas ni a cálculos endogámicos de los mercados. Puede que todo eso haya sido un fuego de artificio, pero cuando las sociedades ven que los desafíos son posibles –aunque resulten victorias pírricas, quizás como la de Tsipras– la historia comienza a correr de una manera diferente y son más sus protagonistas.
A España –además de al resto de Europa– le interesa que el Estado griego lo sea bien estructuradamente, que sus finanzas tengan un horizonte de suficiencia, que su sociedad pueda modernizarse y que, en definitiva, Grecia siga siendo miembro del euro. Una postura intransigente por parte de Madrid –París está en otra onda– resultaría poco comprensible cuando el grado de empatía –téngalo muy en cuenta, Rajoy– de parte de la sociedad española con la griega ha sido muy alto.
Nuestro país se vacunará de aventurerismos si el Gobierno sabe adoptar una política de cierta autonomía en el concierto europeo y no sobreactúa persuadido –falsamente– de que España ha salido, o está saliendo, de la crisis. Porque, quizás, Grecia puede hacer que volvamos a ella. Y será la venganza de la historia por esa inútil pero heroica resistencia de los espartanos en el paso de las Termópilas correlato de Tsipras y la troika. Perdieron los griegos, pero jamás han sido olvidados. La guerra y la política sin épica se alojan en los rincones de los libros de historia, pero no encabezan sus mejores capítulos.