Vieja nación, nuevo Congreso

EL MUNDO – 25/10/15 – LUCIA MÉNDEZ

· Los españoles nos reclaman una página nueva en la historia de nuestra democracia», dijo Rajoy en su investidura. Cansados de esperar que la escribiera él, los españoles han decidido impulsar partidos nuevos.

«Los españoles han establecido un punto y aparte. Nos reclaman que escribamos una página nueva en la historia de nuestra democracia. La España que hemos dejado atrás no va a volver, y esa vieja Nación tendrá que rejuvenecer su actitud y fortalecer sus estructuras para competir en un mundo nuevo». Estas palabras suenan tan actuales que podrían haber sido pronunciadas ayer mismo por alguno de los nuevos políticos. Pero tienen cuatro años y pertenecen al discurso de investidura de Mariano Rajoy.

Palabras proféticas. El presidente del Gobierno apreciaba ya entonces que los españoles reclamaban una «página nueva», un «rejuvenecimiento de las actitudes» y un fortalecimiento de «las estructuras» del país. Tal vez cansados de esperar que fuera el presidente quien escribiera la nueva página, los españoles decidieron escribirla ellos mismos. Y así es cómo durante el mandato de Mariano Rajoy ha sucedido lo que él mismo pronosticó en su debate de investidura. Los ciudadanos han establecido «un punto y aparte» en la historia de nuestra democracia, creando de la nada partidos nuevos y apostando por el «rejuvenecimiento» de las actitudes políticas convencionales que provienen de la Transición. Unas actitudes que, aún renovándose los liderazgos, apenas han cambiado en los últimos 38 años.

El «punto y aparte» del Parlamento antiguo se puso pasadas las once de la mañana del miércoles 21 de octubre. El punto final lo pondrá mañana Mariano Rajoy cuando firme el decreto de disolución de las Cortes. Al límite del plazo. Si el presidente no firmara este decreto el lunes mismo, las Cortes se autodisolverían de forma automática horas más tarde, de acuerdo con las previsiones legales. Así es cómo se alimenta la leyenda de que Rajoy no maneja ni administra los tiempos. Los deja exhaustos.

«¿Que cómo lo veo? Veo que se ha terminado el Congreso convencional, el nuestro, y que la Cámara ya no volverá a ser aquella que hemos conocido desde las primeras elecciones del 77. Con toda la incertidumbre que se respira en el ambiente, creo que PP y PSOE han iniciado su desaparición como partidos hegemónicos y dueños casi en exclusiva del sistema, de la iniciativa legislativa, del debate parlamentario y de la agenda política», asegura un ex ministro muy comprometido con el bipartidismo.

El viejo Congreso ha cerrado a la espera de la llegada de los nuevos políticos. Será después de Reyes cuando los diputados elegidos el 20-D se sienten en sus escaños. La fecha de convocatoria de las nuevas Cortes tiene que ser fijada por el presidente del Gobierno en su decreto de convocatoria de las elecciones generales. Tal y como predijo Rajoy, el hemiciclo se rejuvenecerá como nunca lo ha hecho con diputados que hasta hace poco tiempo no eran políticos. Y si lo eran, como Pedro Sánchez o Albert Rivera, estaban muy lejos de los centros de poder y decisión.

Pablo Iglesias, Albert Rivera, Iñigo Errejón, Javier Maroto, Pablo Casado, Zaida Cantera, Marta Rivera de la Cruz. Son sólo algunos nombres de la larga lista de futuros parlamentarios, cuyo liderazgo se ha forjado en el debate televisivo. La renovación del hemiciclo sólo puede encontrar un antecedente: el de las primeras Cortes democráticas, que sustituyeron a las últimas Cortes franquistas. Aquéllas que se hicieron el harakiri.

El desembarco irá acompañado, nadie lo duda, de un cambio apreciable en la sólida y estable vida parlamentaria regida por un reglamento estricto, poco flexible y muy superado por la evolución de la sociedad española. La actividad del Congreso se rige por códigos diseñados para la Transición que constriñen la actividad de cada diputado al mandato imperativo del jefe del grupo parlamentario. Incluso los más firmes partidarios de que la vida siga igual admiten que la llegada de los nuevos diputados puede servir para abrir las ventanas al aire del exterior y revitalizar una institución tan castigada por el desafecto de los ciudadanos como todo el resto.

Ésta ha sido la legislatura en la que los diputados mandaban parar al taxista en una calle algo alejada de la Carrera de San Jerónimo para no tener que escuchar determinadas cosas.

Como en El Gatopardo, los antiguos políticos llevan tiempo organizando bailes de homenaje y despedida al mundo que se acaba. Y advirtiendo de que la política no es cosa de niños. Recelan de los nuevos. De su juventud y de sus ímpetus de cambio. El diputado del PNV Emilio Olabarria se despidió después de 25 años de intensa y productiva actividad parlamentaria dando la voz de alarma sobre la «efebocracia». «Espero que los que vengan sean mejores que los que lo hemos dejado, pero tengo algunas dudas», dijo, y todo el mundo le aplaudió. Desde que las europeas les despertaron de su sopor, los políticos de toda la vida han paseado por las Cortes cargados de nostalgia por los buenos días perdidos y con la boca seca de añoranza de consenso.

Hoy mismo, 25 de octubre, es una fecha destacada en el celebrado calendario de la Transición. Se cumplen 38 años de los Pactos de La Moncloa. Coincidiendo con el final de las Cortes antiguas, unos cuantos ex ministros y políticos de la Transición se reunieron esta semana, convocados por Sociedad Civil para el Debate –foro impulsado por Manuel Campo Vidal–, y pidieron con palabras muy sentidas consenso para llevar a cabo las reformas que necesita España.

En este tiempo de gran incertidumbre sobre la legislatura del cambio y la gobernabilidad inmediata del país, la duda que golpea las reflexiones y estrategias de los partidos clásicos es hasta dónde llegará en el hemiciclo la marea de los nuevos. En este punto, las opiniones difieren. Desde la del candidato del PP a la reelección como presidente, que opina que Ciudadanos se disolverá en las urnas como un «refresco de moda» hasta la de quienes dan verosimilitud al sueño de Albert Rivera, que consiste en dar el sorpasso en aquéllas circunscripciones pequeñas donde el PP parece invencible. Según fuentes populares, Ciudadanos necesita un 15% de los votos para llevarse el tercer o el cuarto diputado en las provincias del interior donde el PP históricamente ha barrido.

Y a pesar del cansancio de Pablo Iglesias, el porcentaje de voto de Podemos aún sigue envenenando los sueños de Pedro Sánchez, porque son electores socialistas decepcionados a quienes el líder del PSOE quiere volver a seducir, aunque no sabe cómo. Podemos fue el partido que inició la nueva política y es Ciudadanos quien recoge las mieles, según las encuestas.

El episodio del fichaje de Irene Lozano tiene estupefacto al PSOE en general y a la dirección socialista en particular. Según parece, Pedro Sánchez y su equipo pensaban que el anuncio de la incorporación de la ex diputada de UPyD iba a ser un pelotazo que dejaría mudo de sorpresa positiva a todo el mundo. Es obvio que este cálculo político estaba muy lejos de la realidad.

«A la salida de la crisis no habitaremos el mismo planeta que hemos conocido. Habrán cambiado las reglas». Es otro párrafo del discurso de investidura de Mariano Rajoy. Pronóstico acertado también. Él sabía que el mundo iba a cambiar y por eso sorprende que no se haya aplicado la receta a sí mismo.

Sin esperar a que los nuevos parlamentarios cambien las viejas reglas, el mundo político español ya no lo conocen ni quiénes diseñaron la Transición. Nunca a dos meses de las generales el panorama había sido tan nebuloso, tan impreciso, tan desconocido y tan misterioso. ¿Quién será el próximo presidente del Gobierno? En todas las campañas electorales, hasta la fecha, el pronóstico había sido relativamente fácil. Las posibilidades se limitaban a dos y cuando uno subía, el otro bajaba. ¿Quién y cómo gobernará? Lo único que sabemos es que no sabemos nada.